VITACINEMA

Si la vida imitara al cine

domingo, 28 de septiembre de 2008

¡Mi querido Bowie!


Hoy, escuchando una canción de 'Alaska y dinarama' dedicada al fallecido Marc Bolan, perteneciente al llamado glam rock, he pensado que Bowie se merecía un post.
Supongo que si Bolan hubiese vivido mas de 30 años, tal vez las cosas para David Bowie hubieran sido diferentes.
De todas formas, la adaptación al medio, al trascurrir de los años y a la evolución-cambio de la música creo que es un verdadero mérito. Cuantas estrellas han perecido en lo mejor de sus carreras y cuantas han sido olvidadas despues de acariciar el éxito. Sin duda, el saber adaptarse y la seguridad de este inglés le han hecho no solo ser cantante, sino tb actor en numerosas películas, algunas de ellas con papeles mas que respetables.
No soy amante de la irracional mitomanía pero reconozco que hay personajes que tocan nuestra fibra sensible con su música, sus maneras, o su imagen. Y Bowie es un hombre carismático y seductor hasta en las mas extravagantes de sus facetas. Al menos para mí.
Bueno creo que una imagen vale mas que...bueno eso que dicen.




¡Como me gusta esta canción!. Me parece increible que toda esta parafernalia estuviera sucediendo en un lugar tan encorsetado y chapada a la antigua como Inglaterra. Me da la sensación que Bowie debió gustar mas a los extranjeros que a los propios ingleses en esta época tan lejana para mí.




Pero afortunadamente siempre hay personas, mitos, héroes a los que idealizar, imitar, seguir y que ayudan a romper moldes, clasismos, formas retrógradas de pensar. Han sido un placer todos estos años de música, mi querido Bowie, un verdadero placer...y lo sigue siendo.




Creo que voy a poner otra canción mas. Dos mejor que una y así lo escuchamos un poquito mas cuando su voz aún era vibrante y joven, antes de madurar. Aunque todo se le puede perdonar. Al menos yo. Los demás haced lo que querais. Yo aún le soy fiel.


miércoles, 3 de septiembre de 2008

'Il portiere di notte'


He vuelto a ver 'Portero de noche' de Liliana Cavani, después de muchos años de olvido. Apenas recordaba los enrevesados sentimientos de los personajes, que sobreviven en Viena, una década después del fin de la II Guerra Mundial.
A pesar de ser una película de 1974 solo se estrenó en España una vez superada la dictadura y la transición. Yo la ví muchos años después, en un videoclub, con 18 años, recién llegada a la capital.
Quizá el tiempo ha suavizado el recurrente tema del holocausto y del horror sufrido por los judios en Europa bajo el poder de Hitler y la complacencia del resto de los países, la Iglesia católica y muchos de los poderes que podrían haber frenado semejante locura.
A pesar de que todos, o casi todos hayamos olvidado, la historia sigue ahí, en el mismo espacio-temporal que existió y la mayoría de los culpables no fueron juzgados. Y con el tiempo hasta las víctimas han olvidado.
¿Que pueblo exterminado y oprimido podría oprimir y aniquilar sin el mas mínimo escrúpulo a otro pueblo olvidando el dolor sufrido?. Sin duda no aprendemos.


Veo este filme y me recreo en la hermosa historia de amor entre Max y Lucía. Sí, diferente pero una historia de amor al fin y al cabo. Liliana Cavani nos cuenta que ni las mas horribles experiencias han podido mermar el amor entre una joven prisionera de un campo de concentración y un nazi.
Con el tiempo vuelven a encontrarse, en un momento en que todos los responsables del campo de exterminio han limpiado su pasado y Max está a punto de hacerlo.
Dirk Bogarde está sublime en su papel de nazi amargado, arrepentido y algo loco que solo piensa en resucitar la historia que tuvo con Lucía, la bella Charlotte Rampling.
Es curioso e interesante saber que este actor inglés estuvo en la II G.M. y que, con su destacamento fue uno de los primeros en llegar a un campo de exterminio nazi. Semejante experiencia lo marcaría de por vida e incluso llegaría a decir que jamás subiría en un ascensor donde hubiese un alemán. Curioso, pues dos de sus mejores papeles fueron interpretando a alemanes: éste y el protagonista de 'Muerte en Venecia' de Luchino Visconti.



Charlotte Rampling es tan versátil que nos hace verla como una débil adolescente en el campo, como una elegante señora en el hotel donde se hospeda en Viena junto a su marido, o como un gato en la casa de Max, hambrienta de sexo y de comida.
Hay un momento en que yace en la cama junto al siamés de Max y el azul de los ojos del gato se confunde con el azul impresionante de los ojos de la actriz.

La película representó un clásico erótico mostrando todo tipo de relaciones sexuales, tanto homosexuales, como sadomasoquistas, como juegos diversos entre los nazis y sus juguetes rotos. Y, por supuesto, un vestuario que marcó a los jóvenes de finales de los 70 y principios de los 80.
La relación entre Max y Lucía se mueve entre el síndrome de Estocolmo, los traumas de guerra y la relacion amo y esclavo propia del sadomaso.
Sin embargo, la directora declaró en cierta ocasión que, con esta película quería destacar lo sútil que puede ser la frontera entre el torturador y el torturado, el criminal y la victima y que cualquiera de nosotros podría, en ciertas cirscunstancias, convertirse en cualquiera de los dos.
Una buena reflexión, sin duda, algo que no parece haberse planteado el poderoso Estado de Israel.